El discurso se compone de:
INTRODUCCION
Las primeras palabras tienen una influencia decisiva, pues provoca la primera impresión del auditorio. Provocan
un clima de atención y expectativa, y el público espera interpretar al
conferencista, adivinarlo, juzgarlo para satisfacer o no a su inquietud
intelectual.
Los antiguos tratados de retórica distinguen cuatro clases
de introducción que son:
EX ABRUPTO
Es una entrada inesperada, brusca y categórica en el tema,
con el objeto de impresionar hondamente al auditorio; son comienzos explosivos,
especialmente recomendables para dirigirse a las grandes asambleas en momentos
de singular expectativa.
POR INSINUACIÓN
Es más usual, y
consiste en entrar en contacto con el público de manera suave y progresiva,
creando paulatinamente el clima de comunicación, o que permite al orador
sondear la mentalidad colectiva del público con precaución y dar tiempo también
al público para colocarse espiritualmente en situación de recibir el discurso.
Es apto para cualquier oportunidad y se presenta a cualquier tema.
DIRECTA
Es el comienzo sin preparativos ni precauciones. Se recomienda
para ejercicio de la cátedra.
POMPOSA
Es la menos frecuente de todas, apta para ocasiones de gran
solemnidad, en que la elevación del pensamiento y el sentimiento se ajustan a
la nobleza y magnificencia del acto o del asunto. Es la introducción para las
grandes ocasiones en que pueda hacer uso de la palabra el hombre; aunque en
realidad, en nuestro tiempo este tipo de exordio ha dejado de ser, prácticamente,
uno de los más grandes oratorios religiosos de todos los tiempos.
EL CUERPO O MEDIO
Es el núcleo central del discurso. En él se desarrolla el
asunto o tema. En el desarrollo del cuerpo del discurso, debe atenderse ciertas
exigencias que son:
UNIDAD: Todo lo que se diga en el cuerpo del discurso deberá
tener una unidad, es decir, cada idea tendrá que estar relacionada con las
otras, y todas, con el conjunto del tema.
ORDEN: Las ideas deben estar desarrolladas por su orden lógico
y los razonamientos deben derivarse unos
de otros, de manera que el asunto se despliegue en forma natural. Esto es lo
que suele llamarse “el hilo del discurso”, que en ningún momento debe perderse.
PROGRESIÓN: el conjunto debe desarrollarse paso a paso,
marchar en forma creciente hasta el punto culminante o nudo del asunto, para
dar lugar entonces a la solución final.
TRANSICIÓN: Es el paso de un asunto a otro. Es decir, de un párrafo
a otro.
CONCLUSIÓN
Es la última parte del discurso. Y es, muy a menudo, la
parte más difícil de un discurso. A veces es también la parte más agresiva,
porque según lo que en ella se diga se arriesga todo lo logrado durante la
exposición.
Este paso debe llegar como una consecuencia necesaria para
el discurso, cuando el mismo público y el orador tienen la impresión de que ya
no queda nada por decir. Esto supone una disertación bien meditada y conducida,
porque en realidad, no basta expresar la fórmula tradicional “he hecho”, para
crear en la mente del público la idea de que todo ha concluido.
Las conclusiones pueden estar compuestas a veces de dos
partes: una corta recapitulación de lo expuesto y un llamado a favor de la
causa sostenida.
La ocasión y el tema indicarán al orador sobre lo
conveniente en cada caso. La conclusión, por lo general, exige ciertas
condiciones artísticas, ciertas dosis de pulimiento literario y estético que
dejen la impresión de un recuerdo permanente.