A medida que nuestra cultura, las lecturas, la observación,
la reflexión y la imaginación proveen materiales, para nuestro discurso, que deberemos anotarlo para no
olvidarlos. Sin embargo, al repasarlos, comprenderemos que no todos son aprovechables en nuestro
trabajo, por ello debemos efectuar una selección de los pensamientos que
habremos de emplear.
Esta eliminación debe desechar todo lo que desborde, o
alargue inútilmente el discurso, ya que quien no sabe limitarse, jamás sabrá escribir. Recuerda que los detalles oscurecen la
claridad del texto, aletargan la duración y complican la estructuración,
provocando en el oyente una impresión de desorden.
Sin embargo, la selección debe realizarse teniendo siempre
presente al auditorio. Debemos poner en nuestra boca, únicamente aquellas ideas
y frases que nuestros oyentes comprenderán.
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